La noche del 2 de julio de 2025 no será fácil de olvidar en Indonesia. Un ferry que hacía el trayecto entre Java y Bali —una de las rutas marítimas más transitadas del país— se hundió apenas media hora después de zarpar. A bordo del KMP Tunu Pratama Jaya viajaban 65 personas, entre ellas familias, trabajadores, conductores de camiones y tripulación. Hoy, decenas están desaparecidas, varias han fallecido, y el país entero vuelve a enfrentarse a una pregunta dolorosa: ¿cómo pudo pasar esto otra vez?
Lo que sabemos hasta ahora
Según reportes oficiales, el ferry zarpó de Ketapang (Java Oriental) rumbo a Gilimanuk (Bali), pero sufrió problemas técnicos casi de inmediato. El motor falló y el agua comenzó a entrar en la sala de máquinas. Sumado a ello, las condiciones del mar eran severas: olas altas, vientos fuertes y visibilidad limitada. En cuestión de minutos, el buque comenzó a inclinarse y terminó hundiéndose en el estrecho de Bali, frente a la mirada impotente de quienes intentaban sobrevivir.
Las cifras todavía son inciertas. Algunos informes hablan de más de 30 desaparecidos, al menos 4 personas fallecidas y entre 23 y 35 rescatados. Los equipos de emergencia, pescadores locales y la agencia de rescate nacional (BASARNAS) trabajan contra el reloj. Cada minuto que pasa es vital.
No es un hecho aislado
Lamentablemente, no estamos ante un caso excepcional. Indonesia, al ser el mayor archipiélago del mundo, depende fuertemente del transporte marítimo. Sin embargo, esto también la hace vulnerable: muchas embarcaciones están mal mantenidas, viajan sobrecargadas o no cumplen las regulaciones básicas de seguridad.
En marzo de este mismo año, una turista murió cuando un barco turístico volcó en Bali. En 2018, un ferry sobrecargado se hundió en el lago Toba, dejando más de 150 muertos. Casos como estos se repiten con frecuencia inquietante.
¿Quién responde?
El presidente Prabowo Subianto, actualmente de viaje oficial, ordenó una respuesta inmediata y una investigación formal. ¿Hubo negligencia? ¿Falló el mantenimiento del ferry? ¿Se ignoraron las alertas meteorológicas? Son preguntas que exigen respuestas claras, no solo por las víctimas y sus familias, sino por el futuro de millones que dependen del mar como vía de vida.
Reflexión final
Cada tragedia debería ser una oportunidad para cambiar, pero en Indonesia —como en tantos otros países— la memoria institucional parece tan frágil como un casco corroído por el salitre.
Hoy, mientras las familias esperan noticias, el mar guarda silencio. Un silencio pesado, lleno de incertidumbre y dolor. Pero también, quizás, un llamado urgente a transformar la forma en que se gestionan nuestras rutas marítimas. Porque viajar no debería ser un acto de fe ciega, ni un salto al vacío. Debería ser seguro, humano y digno.
¿Qué opinas tú? ¿Debería haber más control sobre el transporte marítimo en zonas turísticas y de alto tráfico?
Te leo en los comentarios.